Son notorias las diferencias que separan el modo-de-ser de las nuevas
generaciones del modo-de ser de la nuestra. Aunque algunos asemejen esta
distancia a lo que siempre ha ocurrido entre generaciones, en el mundo científico y
humanista ya se habla de un tiempo axial; lo que en boca de muchos ya se ha
anunciado como “un cambio de época y no una época de cambios”. Para entender
bien las transformaciones que está operando en este siglo, hay que comprender
primero cómo son nuestros niños y jóvenes de hoy. Estas nuevas generaciones
tienen algunos rasgos que podemos agrupar en las siguientes características
comunes:
• Generaciones autónomas.
Nunca antes se había conocido en el desarrollo humano infantil una capacidad
tan precoz de realizar descubrimientos de forma individual. La proactividad (no
hiperactividad) es esa capacidad para sentirse dueño de su propia vida sabiendo
que pasos dar para alcanzar aquello que siento me satisface. Es como si cada niño
tuviera en sí mismo insertado un microchip o destreza interior que le fuera
indicando cómo llegar hasta el lugar previsto. Esta facultad de pensamiento de ha
denominado también como “pensamiento autoconstructivo”. Se va construyendo
el pensamiento desde las propias percepciones personales sin necesidad de tener
referentes absolutos externos.
• Generaciones ultrarrápidas.
La velocidad es hoy el elemento más identificable en cualquier actividad
humana. Nunca se había corrido tanto. Muchas de las razones de nuestro estrés
colectivo son consecuencia de la velocidad en la que vivimos. Los mails, los
whatsapp, los SMS, las redes sociales, etc, son una fina lluvia constante que nos
mantiene empapados de “agua”. Pero la velocidad tiene una dimensión más
profunda y que nace del germen de un nuevo pensamiento: hoy, todo es
provisional y cambiante. Es decir, lo estático, inmóvil e inmanente ha quedado en
el “olvido” de nuestras mentes más jóvenes. La velocidad es sinónimo de “valor
temporal”; del valor del momento presente.
• Generaciones experienciales.
Es verdad, que para cualquier persona lo vivido es más importante que lo
aprendido. Pero la diferencia radica en la predisposición genética de no aceptar
aquello que no sea consecuencia de una experiencia. Para otras generaciones, que
hemos crecido en “la letra con sangre entra” o en “tienes que”, existe un imaginario
aceptado que no es experiencial. Hacemos cosas (rituales, costumbres,…) y creemos
en cosas (dogmas, fe,…etc) que no necesitan pasar por nuestra experiencia. Son
válidas porque racionalmente las asumimos y así nos las han transmitido. Esta es la
gran distancia respecto a nuestras generaciones más jóvenes. Hemos pasado de la
sociedad del esfuerzo a la sociedad del descubrimiento.
• Generaciones interconectadas y universales.
Esta evidencia es indiscutiblemente nueva en este mundo del S-XXI. Nunca
antes se había podido ni imaginar un mundo en el que con un movimiento de un
dedo pudiera estar en contacto con las antípodas de mi propia habitación. Esta
nueva realidad se genera porque el pensamiento actual todo está vinculado, unido,
relacionado. Todo es parte y nada es todo. Es decir, ningún pensamiento o creencia
es válido si no está unido o conectado a todo lo demás. Esta es la razón por la que
algunas formas de creencia han caído en el olvido juvenil. Además, nada puede ser
significativo en esta nueva forma de entender o pensar si para “afirmarme yo, tengo
que negar al otro”.
• Generaciones visuales.
La palabra ha pasado a ser un modo de comunicación relativo. Ya no es tiempo
del discurso. Vivimos en un momento histórico en el que la imagen lo ocupa todo.
Las televisiones planas, el fullHD, el 3D, los móviles, los vídeos, el skipe, youtube …
Un infinito mundo visual en el que la palabra está recortada, mal escrita y
expresada en forma sintética, de mensaje breve. El mundo está contenido en
imágenes sugerentes (power point) que invaden nuestro imaginario personal. Una
de las diferencias significativas de este tiempo visual está en el valor de la imagen
como sugerencia, como pregunta. Toda imagen evoca una gran amplitud de
respuestas que, además, te introduce en el mundo o lugar observado.
• Generaciones liberadas.
El término acuñado es: flow free. Porque, además de ser generaciones
liberadas (que no es lo mismo que libres), son generaciones “fluidas”. Un
“pensamiento liberado” es aquel que no se contiene en un contorno estático, ni
eternamente definido; han desaparecido los cotos (también los religiosos). Y una
“generación fluida” es aquella que no puede dejar su pensamiento estanco o
retenido (ni en los lugares, ni en los dogmas, ni en arcón de los tiempos); hoy “lo
que no fluye no es”. Fluir significa que atraviesa sin obstáculos ni impedimentos.
Es en este nuevo escenario en el que sitúa la Educación Espiritual de los niños y
jóvenes de hoy. Por lo tanto nuestro camino pedagógico debe recorrer estas claves
de un mundo que ha cambiado sus códigos de interpretación. Y en este cambio,
también se contiene una transformación de la formación religiosa y espiritual en la
que ya se comienza a hablar de “viaje hacia el centro”, “proceso educativo hacia el
adentro; hacia la esencia del propio Ser”.
En esta nueva forma de educar la espiritualidad, el camino es abrir procesos
que permitan orientar una propuesta que pase del “conocer al explorar”, de las
“respuestas a las preguntas”, de “lo cerrado a lo abierto”, de “la certeza a la
mediación”.
Comentários