“Cualquier nuevo objeto, bien contemplado, abre en nosotros un nuevo órgano de percepción”. - Goethe
De muchas maneras podemos pensar que la meditación es la pieza faltante que – si la incluimos – puede proporcionar una educación más completa a nuestros niños. En 1996 el Equipo de Trabajo para la Educación del Siglo XXI informó sus resultados a la UNESCO en un documento llamado Aprendizaje – El Tesoro interior. El informe identificaba los cuatro pilares centrales de la educación: Aprender a conocer; Aprender a hacer; Aprender a convivir; Aprender a ser. Estos cuatro pilares no pueden anclarse solo en una fase de la vida o en un solo lugar. No obstante, los primeros años de cada niño y niña son cruciales para establecer el correcto equilibrio entre estos distintos componentes. Desafortunadamente, Aprender a ser como parte de esta historia parece ser descuidado, a pesar del hecho de ser un gran potencial para transformar las vidas.
John Main reconoce este potencial cuando dice que “En la meditación, no buscamos pensar sobre Dios… Estamos tratando de hacer algo inmensamente más grande. Dejando de lado todo lo pasajero, buscamos no solo pensar sobre Dios, sino SER con Dios, experimentarlo como la base de nuestro ser”. Jesús invitó a los niños pequeños a seguirle con las palabras “dejen que los niños vengan a mí”. Los docentes deberían ser alentados a proporcionar el ambiente apropiado para que esto suceda en el aula. Los niños y las niñas simplemente vendrán y verán la maravilla de todo lo que hay en su interior y más allá de ellos. Hasta ese punto no necesitan ser enseñados, ellos simplemente disfrutan el regalo de la oración. Orígenes, uno de los más tempranos escritores cristianos, afirmó que la plegaria es un don del Espíritu Santo, quien ora en nosotros y nos conduce en la oración. Es la primera y concienzuda exposición, dentro de la tradición cristiana, de la oración como contemplación de Dios más que un medio de lograr beneficios materiales. Orígenes tenía claro que el verdadero propósito de la oración no es pedir ni influenciar a Dios, sino compartir la vida de Dios, estar en comunión con el cielo. Esto está en completo contraste con lo que la cultura contemporánea propone. Cada mensaje comercial y de mercado alaba la virtud de “tener” antes que “ser”. La meditación nos enseña – nos recuerda – que la satisfacción de tener es de corta vida comparada con la alegría de ser.
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